Hoy me levanté un
poco más tarde de lo habitual, a eso de las 7:45, fui al baño a hacer de
vientre, me metí en la cocina y preparé
el desayuno, un poco de fruta troceada con leche de soja, un pequeño trozo de
tarta que quedó de un cumpleaños y ya se empezaba a poner malo y una taza calentita de te usado, terminé el desayuno y me puse a escribir este
cuento, abrí la ventana, entraba mucho frio, me abrigué mucho y salté por la
ventana abierta, comencé a volar y llegue al palacio presidencial, me colé por
una ventana, el presidente aún estaba acostado, lo levanté y le di una colleja,
se quedó llorando, salí por la ventana y mientras me dirigía al centro de la
capital hice una convocatoria mental a todos los ciudadanos del país, tenían
que ir a trabajar al congreso, cuando llegué ya había mucha gente, a las 10
horas llegó el último grupo, venían de un pueblo que quedaba en el lugar más
apartado del país, nos dirigimos todos hacia el congreso, en la calle no había
policías, eran pueblo, en la puerta no había seguridad privada, eran pueblo, en
el bar del congreso habían tres personas asaltando la barra sin camarero, el
camarero era pueblo, los asaltantes no, el congreso tenía más diputados de lo habitual, no eran pueblo, el presidente lloraba desconsolado en su sillón y los
suyos lo consolaban, no eran pueblo, uno
de los diputados se levantó y dijo a voz en grito: …Esta es la casa donde reside la soberanía del pueblo…, y alguien
del pueblo le contestó, …y aquí está el
pueblo…
Termino de escribir y me dispongo a dibujar algo para
acompañar este cuento.
He de reconocer que hay días en los que vivo por encima de
mis posibilidades, aunque es de agradecer, con este frio, el calorcito que me
quedó en la mano después de darle la colleja al presidente.
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